dissabte, 9 de novembre del 2013

CUANDO LAS COSAS SE TUERCEN



    La vida debiera  de ser ese cuento de hadas que nos repetían nuestros mayores incansablemente, no sé si con la idea de darnos una imagen equivocada de la vida, o con la idea de adormecer nuestros sentidos y hacernos pensar que el mundo es del color de rosa del lazo de la Ratita Presumida, o del color azul del cielo en los cuentos de bosques encantados y brujas, que siempre acaban pagando cara la osadía de ser malas y perversas.  La vida debería ser una aventura en la que el príncipe azul, fuera azul de verdad, o al besar una rana apareciera el príncipe de nuestros sueños, los duendes habitaran en los bosques, y a los buenos se les premiara con la felicidad duradera, (aquello de .."y fueron felices y comieron perdices", el genio de la lámpara nos concediera los tres mejores deseos, etc..

   Miremos atrás. Cuando aún creíamos en todo esto y pensábamos que el mundo es un juego, y creíamos que la felicidad era que nuestra pelota de goma no se colara por la alcantarilla, o que a nuestra muñeca preferida no se le cayera el pelo, o que al trenecito eléctrico no se le rompiera un vagón o que mamá, nos diera un beso o nos cantara una nana antes de dormirnos, o que el "Ratoncito Pérez" no se olvidara de nosotros cuando se nos caían los dientes, o de no decir mentiras para que nos nos creciera la nariz como a Pinocho, o de cuando esperábamos que Los Reyes Magos nos trajeran unos cuantos juguetes después de haber sido buenos todo el año, o de que el pesebre de casa tuviera río, nieve y figuritas encantadoras.

  Eso: Miremos atrás, y pensemos un poco. ¿Sería posible que el mundo cambiara y que al menos la realidad del hombre no fuera tan terrible en  muchos casos?. ¿Que los propósitos de los que mandan fueran cambiar las guerras por la paz y el bienestar? ¿Que nadie pasara hambre y necesidades?

  Ya sé, que eso es tan solo soñar, pero es que de pequeños, nuestros adultos nos enseñaron a ver el mundo maravilloso e idealizado que el adulto desea, y lo cierto es que en el momento en que nos convertimos en mayores y tenemos a nuestro alrededor esos seres pequeños y revoltosos que nos llenan de vida, volvemos a caer en la trampa y les volvemos a llenar la cabeza de las maravillas que el mundo les puede ofrecer, y les damos unas esperanzas en todo caso falsas del color de la vida, que al fin y al cabo no es más que eso, una vida, en la que el malo no suele ser nunca el más perjudicado y en la que les espera una jauría de lobos siempre al acecho, y en la que al débil se le machaca y al fuerte se le teme y se le respeta.

   Y yo me pregunto...¿Hasta cuando podremos seguir creando falsas espectativas  a nuestros pequeñines?